ENTRE UMBRALES Y MEMBRANAS

Alejandro Cárdenas | Jimena Balcazar | Alejandro Ricote


Ciudad de México





    Existe un diálogo inconsciente entre los espacios que habitamos, y es parte de est invisibilidad lo que hace que los consideremos rutinarios, habitamos o existimos sin pensa en esta rutina, pero es con ella que ordenamos nuestra vida y son las pequeñas cosas que la rompen las que la hacen tan especial.

El diseñador Nendo habla de la importancia de estos pequeños momentos “Wow” cómo mediante ellos podemos enriquecer las experiencias humanas. En toda casa hay espacios de transición como puertas, ventanas, vanos, etc. pero ¿Qué pasa si estos umbrales dejan de solo ser una transición y se vuelven un recordatorio para disfrutar estos pequeños momentos especiales?

Para responder a esta pregunta hay que entender que el hombre es un ser arquitectónico y no solo construye para hacer refugio. Desde el inicio de nuestros tiempos hemos buscado encontrarle sentido a nuestra manera de habitar el mundo y es a través de la arquitectura quee encontramos un medio para comunicarnos y generar pertenencia, creando edificaciones que satisfacen nuestras necesidades físicas y psíquicas. Es así que el fenómeno arquitectónico va más allá del objeto que construimos, si no en el cómo lo habitamos y en como este tiene la pragmática para generar un diálogo; uno, que se va construyendo y que puede ser apreciado en estos momentos inconscientes.

Dicen que el hombre sufre de querencia cuando volvemos a los sitios donde fuimos criados, el porqué de esta nostalgia espacial se encuentra en los umbrales y membranas que configuran lo que reconocemos como hogar. El mexicano es nostálgico, nos encantan los momentos especiales y de aquí que la arquitectura mexicana se distingue por la creación de patios, nichos, pórticos, atrios, en fin, amamos los umbrales y el diálogo que nos provocan. la imagen de los abuelos sentados a la sombra de un árbol representa la importancia de estos momentos “Wow”, el sentirse refugiado junto a la ventana al leer un libro o al sentir el asoleamiento de un rayo de luz por la mañana. Son momentos que, si bien pasan desapercibidos, no podrían existir sin estos fenómenos.

Son estas virtudes las partes esenciales de la buena arquitectura, aquella que es delicada y que no necesita de ornamento para sumergirnos en experiencias únicas, aquella que se enfoca en el valor espacial y se cuestiona la forma de habitar de sus usuarios. Recientemente hemos confundido al valor arquitectónico con la ornamentación, con el revestimiento de las crudas realidades espaciales que nos ofrecen los llamados edificios “modernos” , son aquellos que ofrecen un lujo superficial y no se preocupan por la calidad de los espacios y mucho menos se plantean la importancia de estos momentos tan humanos que nos hacen sentir vivos. Es en el momento que reflexionamos sobre preferir un buen jardín con espacios sociales, flexibles y armónicos a tener una sala ornamentada para enaltecer la figura celestial de la televisión.

Así como Sartori en Homo Videns habla de una sociedad teledirigida, en arquitectura hemos de hablar de una cultura fachadista, una que cae en la tendencia de diseñar lo que veremos, como una carcasa, dejando en segundo plano los ambientes que habitamos. Y es verdad que la arquitectura tiene que ser comunicativa, pero la pureza de unas cuantas formas escultóricas en una casa, por muy bella que sea, olvida la importancia del estudio humano y de la esencia del habitar.

Es entonces que entra la importancia de los umbrales, la introspección de pensar en los momentos humanos permite a la arquitectura generar espacios que realmente nos llenan, que pasan desapercibidos y no son abrumadores como un espacio escultórico, que solo vive para apantallar. Hemos de cuestionarnos también los espacios que habitamos, porque siendo honestos, la forma de habitar no ha cambiado en los últimos 100 años y seguimos habitando los mismos espacios inflexibles de antiguas generaciones, la percepción moderna de la casa se ha reducido a cuartos y cuartos, donde cada actividad humana se asila para sí misma y no responde a las membranas de convivencia humana por las cuales vivimos.  





EXPERIMENTAL