MODERNIDAD Y RAÍZ


 Alejandro Cárdenas 


Ciudad de México





Existe una modernidad que preserva la memoria de los pueblos. Una modernidad que entiende cómo lo nuevo puede integrarse sin desplazar lo que ya estuvo, que reconoce que el futuro de nuestro país no está en la expansión desmesurada de las megalópolis, sino en la revitalización de nuestros pueblos. Durante años, el enfoque en las ciudades ha dejado al campo en el olvido, junto con quienes trabajan la tierra que nos alimenta.

Sin embargo, ¿no será que la verdadera transformación no está en las ciudades? Sino en detener la mirada hacia el campo, en fortalecer nuestros pueblos, en evitar que nuestra gente tenga que abandonar su tierra para perder su identidad en una ciudad que, lejos de acoger, despoja. ¿Por qué seguir mirando hacia las urbes insalubres, inhumanas, donde la pertenencia se desvanece y la individualidad se pierde en una caja de concreto? Porque es cierto: no todos tenemos que vivir en ciudades.

En este imaginario, nos preguntamos: ¿Por qué no pensar en calles que atiendan a las necesidades humanas de nuestros pueblos sin renunciar a su esencia?  Calles que sigan siendo el corazón de la vida mexicana: mercados vibrantes, encuentros cotidianos, foros vivos. Porque evolucionar no debe significar olvidar, sino construir sobre la memoria que nos sostiene.




EXPERIMENTAL